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Medios de comunicación y redes sociales: amplificadores de la violencia mediática.


Los medios de comunicación reproducen la opresión de la mujer, normalizando la desigualdad y subordinación. Perpetúan los roles de género y los estereotipos de belleza. Por lo tanto confluyen dos tipos de violencia: simbólica y mediática.


El Estado uruguayo define a la violencia mediática en la ley 19.580, articulo 6: “Toda publicación o difusión de mensajes e imágenes a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de las mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, legitime la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres”.


Desde muy niñas esto nos atraviesa


Crecemos consumiendo publicidades machistas y sexistas. Observamos y normalizamos roles de género que evidencian la opresión que sufrimos.

Comenzamos con publicidades infantiles donde se muestran niñas con juguetes relacionados a los cuidados del hogar y personal, como maquillaje para niñas, cocinas y bebés de juguete.


Crecemos con publicidades de limpieza en donde siempre nosotras somos las que tenemos que tener la casa limpia. Somos las que cocinamos, pero no asado porque la parrilla es de varones. Las que nos depilamos, las que tenemos que llegar al verano y sacarnos las canas, porque así gustamos.









Nosotras y las redes, un arma de doble filo.

Hoy, donde las redes sociales tienen gran influencia como agentes socializadores, no escapamos de estas prácticas, que acentúan los roles de género y los estereotipos que nos oprimen.

No solo ocurre en la publicidad, sino también en los programas de televisión, donde las mujeres son parte de la escenografía. Se encuentran en un segundo plano, sexualizadas y muchas veces con roles inútiles en el programa, donde los importantes como la conducción, los paneles de opinión, entre otros están reservados para varones.

Lo vemos también en las series televisivas, con tramas repetitivas en donde la mujer logra realizarse encontrando al “amor de su vida”, que obviamente, siempre es un varón.


Actualmente, las redes sociales son el medio masivo de comunicación. Particularmente en Instagram se visibiliza la violencia hacia las mujeres y muchas veces pasa desapercibida.

Nos encontramos con el patriarcado actuando de una forma directa pero poco visible. A nosotras, las víctimas, se nos ubica en el lugar del producto, nosotras mismas somos lo que hay que vender. Y vendemos estereotipos.

Los cuerpos visibles son los que corresponden a la lógica del porno, cosificándolos. Son cuerpos de mujeres jóvenes, delgadas, que llevan una vida “fit”. Nos transmiten que con ese estilo de vida se alcanza la felicidad a la que todas debemos llegar, sin tener en cuenta que cada mujer tiene un contexto socioeconómico distinto en donde no todos los estándares pueden ser alcanzados. Pero luego, si no lo logramos es porque no quisimos, somos culpables de ser como somos y no como se nos impuso.

Nada se aleja más a la vida real de lo que Instagram nos muestra como normalidad.

Todos estos mandatos y estereotipos son una construcción social, inculcada y aprendida en el proceso de socialización, que nos oprimen a todas las mujeres.



“No se nace mujer, se llega a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino”.  Simone de Beauvoir




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