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La medicina: Un campo minado de violencia institucional y laboral.

Abordaremos una de las aristas dentro de la problemática de la violencia contra las mujeres, que de cierta manera nos involucra prácticamente a todas. Basta con recordar la enorme cantidad de testimonios que inundaron las redes no hace mucho tiempo, de compañeras que de una manera u otra habían sufrido de algún tipo de abuso en nuestra casa de estudio que utilizaron el #MeLoDijeronEnLaFmed en redes sociales para alzar la voz.

¿Qué entendemos por violencia laboral e institucional?

En nuestro país, dentro de la ley 19580 se describe a la violencia laboral como aquella “ejercida en el contexto laboral, por medio de actos que obstaculizan el acceso de una mujer al trabajo, el ascenso o estabilidad en el mismo, tales como el acoso moral, el sexual, la exigencia de requisitos sobre el estado civil, la edad, la apariencia física, la solicitud de resultados de exámenes de laboratorios clínicos, fuera de lo establecido en los marcos legales aplicables, o la disminución del salario correspondiente a la tarea ejercida por el hecho de ser mujer”.

Muy similar a lo que describe la misma ley sobre violencia en el ámbito educativo: “la violencia ejercida contra una mujer por su condición de tal en una relación educativa, con abuso de poder, incluyendo el acoso sexual, que daña la autoestima, salud, integridad, libertad y seguridad de la víctima y atenta contra la igualdad”.


Medicina y violencia laboral e institucional

Múltiples estudios han mostrado que la violencia en los centros de trabajo no solo son un fenómeno universal que afecta tanto a países desarrollados como a los países en vías de desarrollo, sino que tiene una incidencia creciente (1). Por otra parte, se ha visto que en caso de profesionales de la salud se considera con frecuencia que los incidentes violentos forman “parte de su trabajo”, o que el denunciar los hechos pueden repercutir en su reputación como profesionales, lo que impide disponer de datos precisos sobre la magnitud y consecuencias de esta realidad. De más está decir que en esta realidad las mujeres nos llevamos la peor partida (2).


El número de mujeres en la medicina ha ido incrementando en los últimos años, pasando de un 6% a ser un más de la mitad de estudiantes que se matriculan a nivel mundial, ocurriendo lo mismo en nuestro país donde actualmente, representan aproximadamente el 70% de los ingresos y egresos a la facultad (3). Sin embargo, siguen siendo pocas las que llegan a ocupar puestos de alta responsabilidad y toma de decisiones. Esto es lo que se conoce como techo de cristal, y fue abordado recientemente por una investigación en nuestro país que mostró que al día de hoy, en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República del Uruguay los varones representan el 77% del total de cargos de grado 5, a pesar de que las mujeres conforman más del 60% de los docentes (3) *ver imágen adjunta.










Así mismo, como mencionamos anteriormente, esta desigualdad de oportunidades académicas no es el único punto a abordar dentro de la violencia institucional hacia la mujer, aunque en parte está profundamente relacionado con el resto. Nos referimos a los actos que pueden llegar a afectar nuestra dignidad o autoestima en el plano físico, psicológico y/o sexual. Nos referimos a las relaciones asimétricas de poder que se traducen en diferentes formas de dominación/subordinación por parte de varones, que emplean la violencia como un medio de control. Nos referimos a los machismos explícitos y los micromachismos que no solo sientan las bases de el techo de cristal al cual hacíamos mención, sino también, que están en la base de múltiples situaciones violentas, que van desde perdida de nuestras libertades hasta el acoso sexual.

#MeLoDijeronEnLaFmed. El hashtag “MeLoDijeronEnLaFmed” para muchos puede haber significado una simple tendencia más de las redes sociales, pero puso en el tapete una triste realidad que vivimos las mujeres que estudiamos y trabajamos en el área de la salud, no solo en nuestro país, sino a nivel mundial. En estudios específicos sobre el maltrato de género que experimentan las estudiantes de medicina alrededor del mundo se han identificado, al igual que lo que pudimos ver aquí, inequidades educativas, comentarios estereotipados y sexistas (incluyendo chistes sexuales), hostigamiento sexual (con insinuaciones inapropiadas, sean verbales o físicas) y comportamientos inapropiados (4).



A raíz de todo esto, con la ayuda de la empresa Equis diseñamos una encuesta, a modo de conocer un poco más esta triste realidad. 
La encuesta fue completamente anónima, de modo que las compañeras no tuvieran ningún temor en expresar lo que habían sufrido.

Respondieron la encuesta 1073 personas, de las cuales 950 eran mujeres y 861 estudiantes de pregrado. Un 20,8% respondió que cree que el género influye/influyó en cómo fue tratado en la carrera, mientras que un 64,8% cree que denunciar situaciones de acoso incide negativamente. Un 42,3% cree que se siente condicionado en la elección del posgrado por su género. 
Un 32% respondió haber sufrido algún tipo de abuso/violencia en el contexto de su formación, o ante el desempeño de sus actividades laborales.

En el caso particular de la profesión médica se parte de un discurso históricamente masculinizado, patriarcal y androcéntrico, esto hace que la violencia de género sea moneda corriente, con diversas formas de expresión.

Una de estas formas es el llamado “Clima frío”, el cual se refiere al hecho de que en muchas ocasiones y a través de múltiples maneras los y las docentes invisibilizan, niegan la palabra, descalifican o discriminan a las mujeres por el sólo hecho de ser mujeres. Los climas fríos son el resultado de la acumulación de conductas discriminatorias abiertas y sutiles, que pone en desventaja a las mujeres (5).


En palabras de algunas de nuestras encuestadas:
“sentí que los aportes de mis compañeros varones eran recibidos con una escucha diferente a mis aportes en clase”, “Mis aportes siempre significan menos que los de los hombres”, “Se escucha/respeta y hay mayor conformismo con la palabra del hombre”, “No se me incentivó en ciertos aspectos de la misma manera que a mis compañeros varones”…

Por otra parte, también se ve muchas veces la exclusión/discriminación de los aspectos intelectuales de las estudiantes mujeres, pasando a reivindicar solo los atributos físicos, y muchas veces menospreciando a quienes se salen de los “estándares” de la sociedad patriarcal.



“Los profesores de… les dan bola solo a las “que están buenas”, las/os demás no existen” “A la hora de dar una clase ,  un profesor hizo comentarios de que como era rubia no esperaba que pudiera con el tema” “Soy mujer, pero no encajo en los cánones de belleza, eso claramente me hace sentir inferior y me reprime a la hora de expresarme en público, miedo a equivocarme encima de fea, burra. También he sentido en oportunidades como a chicas lindas se les presta más atención.” “Siento que por el solo hecho de ser mujer tengo que esforzarme más para ser tomada en cuenta en la carrera y también el “cuidarme” todo el tiempo de no hablar de más, ir “bien” vestida y cuidar mi comportamiento para no dar lugar a segundas intenciones”

Por otra parte, la falta de reconocimiento hacia las mujeres no solo está determinada por otros colegas médicos o docentes, sino también por otros integrantes del equipo de salud, y por los propios pacientes.


“Ser relegada al rol de secretaria” “trato con pacientes, muchas veces nos dicen “chica, llame al Doctor” “el trato de enfermería muchas veces es peor con mujeres que con hombres, desde cosas simples como escucharte, ayudarte con lo que necesitas, etc; mientras que viene un Dr varón y se desviven por cumplir con todo lo que solicita”.

Otra importante manifestación de violencia de género institucional/educativa es la misoginia que muchas veces encontramos en las relaciones intragénericas dentro del sexo femenino. Y esto es extremadamente nocivo. Lleva a que las estudiantes no tengan modelos de mujeres líderes empáticas, se repiten ciclos de opresión, jerarquía y dominio hacia las congéneres. En lugar de oponerse al sistema patriarcal, lo aceptan y naturalizan.


“Me ha pasado de parte de las mujeres (si las mujeres) toman en cuenta mucho más la opinión de compañeros hombres que mujeres. Incluso una profesora me dijo que percutía demasiado bien para ser mujer” “Grado de …mujer, se rio cuando le dije que quería ser cirujana cardiotorácica,  y me dijo que con mi cara como mucho llegaba a ginecóloga”.

En varios de los testimonios se deja entrever otro aspecto de la violencia institucional en el ámbito de la salud. Hay especialidades, fundamentalmente las quirúrgicas, que tradicionalmente han sido consideradas como “masculinas”, donde la descalificación hacia las mujeres que la desempeñan, o estudiantes que la quieren desempeñar, es mucho mayor. Se considera que las mujeres no son aptas para las mismas, ya sea porque insumen muchas horas, tienen guardias y no serían compatibles con la maternidad (que ya de paso, como mujer, tiene que ser parte de tu futuro de forma inamovible).


“Cirujanos y anestesistas importantes me decían que ser mujer me condiciona en hacer una carrera anestésico-quirúrgica porque de esa manera nunca iba a poder cuidar a mis hijos, o que me fuera olvidando de tener una familia. Me recomendaban que hiciera " dermatología " así podía ser una buena madre” “Soy cirujana. No puedo contar las veces que antes de empezar la residencia me dijeron que la cirugía no era una especialidad “sencilla” para la mujer. Cirujanos recibidos, profesores de facultad. Claramente no me llevaron a que no eligiera la especialidad pero quizás podrían haber influido”, “cargos de alta dedicación no se pueden llevar a cabo por una mujer, porque tiene que estar con sus hijos”, “...y si me hacia deportóloga capaz tenía la SUERTE de ser botinera”…
 

”y me dijo: si sos mujer y haces medicina, seguro que vas a hacer una de las cosas mal”. A raíz de este testimonio queremos exponer cómo se reduce el “ser mujer” a ciertos estereotipos sociales, como el de ser madre. Ustedes igual van a ser madres añosas, si es que llegan a serlo”. En el caso de aquellas mujeres que deciden ser madres y médicas, encuentran múltiples trabas que limitan su horizonte académico. “Soy madre de 3 hijos/as, perdí años por tener que elegir, si eso es posible, entre amamantar, quedarme con ellos o ir a clases presenciales obligatorias, etc” “indirectamente, me sentí amenazada para no embarazarme durante la residencia”… “Me atrasé y finalmente no terminé mi posgrado cuando tuve a mi primer hijo en el R2”.


Lamentablemente, además de todo lo anterior, también tenemos el acoso físico y sexual. Este tipo de violencia institucional, está basada en el ejercicio de poder (jefe-empleada, docente-estudiante) que se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con la sexualidad. “Hay un ejercicio de poder abusivo que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, independientemente que se realice en uno o varios eventos” (6). Lamentablemente, muchas veces forma parte de nuestro “currículum oculto” normalizar estas situaciones, quizás porque estamos rodeadas de todo lo anterior, lo cual nos hace naturalizar que ciertas cosas “están bien” porque “somos mujeres”, “porque lo buscamos”.


“…en una reunión en una casa de familia nos apoyó a mis compañeras y a mi su miembro viril…” “mensaje de mi jefe: ojalá algún día te vayas al hospital con esa ropa de tu foto de perfil” “…el profe de... nos tocaba la cintura y nos decía cosas al oído” “nos respiraba casi en la nuca, se encimaba, y si nos cambiábamos de mesa nos seguía” “no me parecía cierto o tal vez exagerado hasta que intentó meterse en mi cama”

Si bien esto es un informe preliminar de todos los datos que recabamos, podemos ver que la violencia sobre la mujer en nuestra casa de estudios es un problema bastante más habitual de lo que desearíamos. Visualizar el problema, y preocuparse es fundamental para ocuparse. Estamos ante una de las formas que asume la violencia de género, sobre la que hoy se cuenta con una ley en que apoyarse. Nuestra facultad cuenta desde este año con una Comisión de Género, si tenes alguna duda, o querés asesorarte para establecer alguna denuncia podés comunicarte con ellos (comisiondegenero@fmed.edu.uy). También contas con nuestra ayuda para vincularte o asesorarte.

Bibliografía.

1. Ratto María. Violencia Laboral En Los Profesionales De La Salud. Fundacion Hector a Barceló. 2014;

2. Flores-Domínguez C, Meraz Avila D, Benardete Harari DN. La mujer en la medicina del siglo xxi. Educacion Medica. 2019;20(5):325–8.

3. Rey G, et al. Medio siglo craquelando el techo de cristal : romperlo no ha sido posible .*. Anales Facultad de Medicina. 2020;7(2).

4. Villanueva Lozano M. Discriminación, maltrato y acoso sexual en una institución total: la vida secreta de los hospitales escuela. Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género de El Colegio de México. 2019;5:1.

5. Javier Solis Mendoza. Ser mujer y estudiar Medicina: Una mirada a la violencia de género en el campo médico. Congreso Nacional de Investigación Educativa. 2018;(August).

6. Lozano MV. Artículo Discriminación, maltrato y acoso sexual en una institución total: la vida secreta de los hospitales escuela Discrimination, Abuse and Sexual Harassment in a Total Institution: The Secret Life of School Hospitals. Available from: http://estudiosdegenero.colmex.mxhttp://dx.doi.org/10.24201/reg.v5i0.366


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